viernes, 18 de febrero de 2011

Cambio de ruta


“Un buen día me topé en el pasillo de la redacción con la redactora jefe. (…) tras lo cual me armé de valor y dije:

- Me gustaría mucho ir al extranjero algún día.

- ¿Al extranjero? – repitió incrédula y un poco asustada, porque no eran tiempos en los que se viajasen al extranjero así como así -. ¿A dónde?, ¿para qué? – preguntó.

- He pensado en Checoslovaquia – respondí. Porque yo no ambicionaba lugares como París o Londres, no, ni mucho menos (…) sólo anhelaba una cosa: cruzar la frontera, no importaba cuál ni dónde, porque no me importaba el fin, la meta, el destino, sino el mero acto, casi místico y trascendental, de cruzar la frontera.

Había pasado casi un año de aquella conversación. En nuestro cuarto de reporteros sonó el teléfono. La redactora jefe quería verme en su despacho.

- ¿Sabes? – dijo cuando comparecí ante su mesa -, te enviamos fuera. Irás a la India.

Mi primera reacción fue de estupefacción. [Y aquí es dónde me siento terriblemente

identificada] Y justo después, de pánico: no sabía nada de la India. Febrilmente empecé a buscar en la cabeza imágenes, asociaciones, nombres… Sin sitio: no sabía nada de nada”.

Ryzard Kapuscinski, Viajes con Heródoto.Editorial Anagrama. Barcelona, 2007. Traducción de Agata Orzeszek. Páginas 17-18.

¿Qué sé yo de Singapur? Mi primer destino era Río de Janeiro. Al ladito de casa. Casi ni sentía la distancia. La misma cultura latina, la misma cultura occidental. El mismo calor de verano pero playas más bonitas. Singapur. ¿Dónde queda? ¿Qué idioma habla? ¿El gentilicio? ¿La religión? ¿La noche?

Pero soy de la firme teoría de que es imposible no apreciar algo que se conoce.

Singapur, allá voy.

sábado, 12 de febrero de 2011

Uno rapidíto

Para pasar el poco tiempo que me queda en Uruguay antes de levar anclas comencé con las despedidas, a organizar la ropa y a hacer listas.

También me puse algunas metas básicas, como por ejemplo:

1. No interrumpir cuando una amiga se esté cargando a alguien.

2. Darme cuenta de que mi amiga se está cargando a alguien.

3. No ir a trabajar con ojeras (ardua misión).

4. Ni con resaca.

5. Etc.

De todas maneras falta un mes. Y en este mes las cosas que me conciernen son: comprar valija y encontrar un escondite seguro de humo de tabaco (y otras sustancias) para mis libros, mis películas y mi poster de Sucedió una noche. No es tan complejo, por lo que mi mente deambula como sonámbula por temas que no quiero afrontar antes de irme. Como, por ejemplo, decir lo que quiero a ciertas personas (“andate a cagar”, “no te banco”, o por el otro lado “te quiero ver”, “me gustan tus labios”).

Así que, volviendo a las películas y los libros, las siguientes preguntas me tienen bastante cansada:

a. ¿No te da miedo?

b. ¿Estás nerviosa?

c. ¿Te vas sola? (con su variante: ¿No conocés a nadie? ¿A nadie, nadie?

Y ya que estoy en el tema, la verdad es que la ansiedad sí me está matando. Soy consciente de que voy a extrañar, pero no me retiene en ningún puerto.