martes, 15 de marzo de 2011
Proverbio chino
viernes, 11 de marzo de 2011
De despedidas
Esteban Schroeder* me dijo que el trabajo de director [de cine] es un trabajo solitario: al final de un día de trabajo el director queda solo con su historia. Tuve la oportunidad de comprobar que era verdad cuando después de dos días de rodaje el equipo se fue en una dirección diferente a la mía. Volví a mi casa sola, con una bolsa de basura llena de vestuario colgando en mi espalda cual vieja de la bolsa.
Esta noche la sensación no fue tan diferente. No creí que no los volvía a ver hasta que Lucía me lo dijo. Fuerte y claro. Incluso en ese momento se sintió como un chiste. Las personas justas. Manuel me recomendaba qué hacer y qué no una vez que llegara al lejano oriente, Mariana mantenía mi vaso lleno de cerveza.
Cuando las personas son las indicadas, entonces los silencios no son incómodos. Los temas de conversación surgen de la nada, aunque sea sobre las tangas de ositos yummis. Ivana hacía pizas, Florencia decoró el postre y Rocío trajo las trufas.
Pero cuando todos se van, entonces las palabras de Schroeder quedan. Y no es sólo el trabajo de director el que te arroja a la soledad. Hay algo en la mente exigente que siempre te mantiene de lado, latente. Pronto para escapar. Ante el más mínimo atisbo de ¿atadura? Tal vez.
Huir de lo conocido para conocer lo desconocido. Eso anhelo. Hasta que deje de conocer lo que tengo al alcance de la mano.
Grandes charlas, cerveza fría y la mejor compañía. Es todo lo que se necesita para la mejor despedida. Yo estoy acostumbrada a las despedidas inacabables que duran semanas. Le sucedió a mis dos hermanos y a varios amigos. Sin embargo, cuando llega mi turno descubro que organizar mis fiestas es molesto. También resulta extraño que mi profesión sea cubrir cada detalle de la producción, planificar que nada pueda salir mal, pero en mi vida privada no es así. Mis amigos me conocen; cuando digo "a las once", llegan una hora después y la que se disculpa por hacerlos esperar soy yo. A veces me pregunto si mi desorden será inmadurez. La verdad es que me gusta ser ¿espontanea? Y a ellos no les molesta.
*Esteban Schroeder es director de cine uruguayo. Y fue mi profesor.
martes, 1 de marzo de 2011
Hacia Asia
Después del impacto inicial todo siguió su cauce. Me encanta mi destino.
Asia.
Me voy a las antípodas uruguayas. No sólo cambio de idioma ni de profesión, también cambio de cultura. De Occidente a Oriente. A romper la brecha que ha estado abierta durante siglos y siglos. Incluso más antigua que La Iliada (donde Turquía le disputaba una reina a Grecia). “¿Por qué Grecia (es decir, Europa) está en guerra con Persia (es decir, Asia), por qué estos dos mundos –Occidente (Europa) y Oriente (Asia)– luchan uno contra el otro, haciéndolo además a vida y muerte? ¿Siempre ha sido así? ¿Así será siempre?". (Ref. a pie de página).
La verdad es que sé muy poco de Oriente, porque toda la Historia Universal que estudié, en realidad es historia occidental, y con toda la Literatura Universal pasa lo mismo. Así que sabía la existencia de la Cochinchina porque fue colonia francesa, que ahora se llama Vietnam lo sé porque Estados Unidos la peleó contra la URSS durante la Guerra fría. De Malasia llegan los zapatos y en Japón se tiraron las dos bombas atómicas. De Sincapore, en cambio, no tenía registro. De Literatura, lo más oriental que he leído son algunos cuentos de Las mil y una noches, una novela de Oé (Un asunto personal) a la que no le presté la debida atención. Lo más oriental que he tenido son dos amigos: uno chino, del que nunca pude pronunciar el nombre, y otro uruguayo que se fue de intercambio a Japón.
Jamás asumí a Asia como posible destino. No en esta oportunidad ni en ninguna otra indagación fantasiosa por google maps. Tal vez fuera porque no conocía nada de la cultura, o tal vez no conocía nada de esa cultura porque no me interesaba el destino. De a poco se fue ganando mi corazón. Aún queda territorio a ser conquistado, pero de nunca interesarme los palitos chinos (ni el sushi) a querer sacarle fotos a los arrozales, hay un gran paso.
Cuando le dije a mi amigo Gastón a dónde me iba me pidió que tuviera cuidado: “mirá que ahí se termina el mundo. Cualquier cosa, cuando veas la catarata gigante bajate antes”. Y mi amiga Florencia, al ver el mapa con marcas en los puertos que tendría que tocar, se sorprendió: “el mapa está mal, Rusia va del otro lado (…) Cómo admiro a Colón”.
Referencia cita: KAPUSCINSKI, Ryszard. Viajes con Heródoto. Anagrama, Barcelona, 2007. Pág. 93. Traducción de Agata Orzeszek.
viernes, 18 de febrero de 2011
Cambio de ruta
“Un buen día me topé en el pasillo de la redacción con la redactora jefe. (…) tras lo cual me armé de valor y dije:
- Me gustaría mucho ir al extranjero algún día.
- ¿Al extranjero? – repitió incrédula y un poco asustada, porque no eran tiempos en los que se viajasen al extranjero así como así -. ¿A dónde?, ¿para qué? – preguntó.
- He pensado en Checoslovaquia – respondí. Porque yo no ambicionaba lugares como París o Londres, no, ni mucho menos (…) sólo anhelaba una cosa: cruzar la frontera, no importaba cuál ni dónde, porque no me importaba el fin, la meta, el destino, sino el mero acto, casi místico y trascendental, de cruzar la frontera.
Había pasado casi un año de aquella conversación. En nuestro cuarto de reporteros sonó el teléfono. La redactora jefe quería verme en su despacho.
- ¿Sabes? – dijo cuando comparecí ante su mesa -, te enviamos fuera. Irás a la India.
Mi primera reacción fue de estupefacción. [Y aquí es dónde me siento terriblemente
identificada] Y justo después, de pánico: no sabía nada de la India. Febrilmente empecé a buscar en la cabeza imágenes, asociaciones, nombres… Sin sitio: no sabía nada de nada”.
Ryzard Kapuscinski, Viajes con Heródoto.Editorial Anagrama. Barcelona, 2007. Traducción de Agata Orzeszek. Páginas 17-18.
¿Qué sé yo de Singapur? Mi primer destino era Río de Janeiro. Al ladito de casa. Casi ni sentía la distancia. La misma cultura latina, la misma cultura occidental. El mismo calor de verano pero playas más bonitas. Singapur. ¿Dónde queda? ¿Qué idioma habla? ¿El gentilicio? ¿La religión? ¿La noche?
Pero soy de la firme teoría de que es imposible no apreciar algo que se conoce.
Singapur, allá voy.
miércoles, 2 de febrero de 2011
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Sobre cruzar la frontera
Para un ensayo de literatura en tercero de facultad elegí una serie de libros que hablaban sobre cruzar la frontera. Me las ingenié para no tocar el tema de la frontera. En cambio, hice mi ensayo de cómo hay cosas en el hombre que nunca. Me fue bastante bien, aunque reconozco que si hubiera tocado el verdadero tema de los libros me habría ido mejor. Igual, tengo una tendencia tediosa a torcer las cosas según me parezca y me encanta encontrarles las quintas patas a los gatos.
Entonces, aquí estoy, tratando de redimir aquel error de hace casi tres años. Ya que no escribí sobre cruzar la frontera en su momento, lo haré ahora, cuando realmente voy a cruzarla. De la mano de los mismos maestros que tendría que haberlo hecho la primera vez: Kapusciski, Magris y Sebald (aunque a Sebald lo deje en casa).
Kapuscinski viajó con Historia, de Heródoto, yo viajo con él, con Viajes con Heródoto. Seré fiel a mi estilo caótico y poco medido, donde me dedico a hablar de lo que me gusta y no tanto de lo que tendría que hablar (prueba clara el ensayo trastocado sobre lo eterno en el hombre). Y mi viaje comienza un fin de semana en casa de mis padres. Mi viejo me pasa la sección de trabajos donde leyó que se necesitaban fotógrafos para cruceros.
Viajes con Heródoto me acompañará durante toda la aventura. De la misma forma que Historia acompañó al señor K. Es una edición barata de Anagrama, de esas que seguro se desarmará antes de llegar al destino. ¿Qué podría gustarme más que mi barata e insegura edición quedara gorda y llena de recuerdos como le sucede a la versión de Historia de Heródoto en la película El paciente ingles? Pero dudo que la frágil encuadernación soporte el peso de otras hojas y de clips, o de fotos y marcadores. Puedo intentarlo, volver a Uruguay con retazos de libro.
Acá comienza el viaje, sentada, esperando noticias.