lunes, 31 de diciembre de 2012

2013


Después de horas de ingeniería aplicada logré cerrar la valija. No es que sea demasiado chica, no es que tenga demasiadas cosas, es que el orden no se me da muy bien.

Un paso en cámara lenta, que se hace eterno. Un paso en el que el mundo se suspende y yo que la necesidad de levantar mi mano al aire apremia. El mundo está al alcance de mi mano. Y lo quiero.

Bienvenido seas. 2013

lunes, 24 de diciembre de 2012

En la tierra de Papá Noel

Longyerbyen, Noruega.

Llega el invierno y a mi abuela (como buena abuela) se le da por tejer. Así que tengo dos pares de guantes sin dedos (me los hizo para que pudiera teclear mi tesis) de color violeta y nunca distingo cuál es el par de cual. Dos pares de media. Botas. Bufanda y gorro. Armada contra el frío bajé del barco. La meta era comprar vino para el cumpleaños de un amigo.

Conmigo bajaba un amigo chileno que estaba tan interesado en ese vino como en ver nieve por primera vez en su vida. La casualidad quiso que encontráramos a otro amigo que tampoco conocía la nieve, Argentina. Y así fue como en Cono Sur caminó por el polo norte.

Facundo y Daniel

Tomamos chocolate caliente, lloré por el frío, escondí la cámara de fotos. Compramos vino chileno. Y comenzamos a caminar. Nunca fui fan de las caminatas, si tengo que ser sincera. Pero caminar con extremos es todavía peor. No me viene bien ni el frío ni el calor. Ese día hacía mucho frío. Pleno julio y Svalbard que no conoce la luz del sol.

Ese archipiélago noruego que fue una vez habitado por vikingos tiene seis meses de oscuridad absoluta y seis meses sin saber lo que es la oscuridad. Pero tampoco conocen el calor del sol. Así es como en pleno verano mis amigos latinos y yo nos pusimos a jugar con nieve.

Seguro que un cronista puede explicar por qué el lugar se llama Longyerbyen y también hacer alguna anécdota vikinga del lugar. Pero yo me alegro con recordar la nieve bajo mis botas y desear unas felices navidades.




jueves, 6 de diciembre de 2012

Como un lagarto al sol

Ajaccio, Córcega.

Tenía toda la intención de que me atacara una metamorfosis y que de buenas a primeras me convirtiera en lagarto. Mi idea para que ese día fuera ideal, era pasar tirada al sol. Ir un rato al agua, volver al sol, volver al agua. Incontables veces.

Kafka no escribirá mi historia, pero interpreté el papel de lagarto tan bien como se presentó la ocasión.

Con calma, bajé del barco. Sin apuro, me compré una toalla con el mapa de la isla (sólo por gastar plata), sin ningún tipo de pena caminé por la costa, pedí permiso y perdón en francés, y busqué un lugar tranquilo en la playa.

Esta es la parte que causa desasosiego. Acostumbrada a kilómetros y kilómetros de arena y agua, no hay nada que envidiarle al mediterráneo. El color del agua, tal vez. Sin embargo, detrás de la torre que se ve en la foto, los demás turistas no parecían dispuestos a aparearse en grupo, sino que había algo tan valioso como es el espacio. Y era lo único que yo quería: tirarme al sol tranquila.

Así que fuera de los muros de la ciudad, sin más protección que la que yo podía ofrecerme a 
mí misma, estiré mi toalla nueva y cumplí mi sueño.

El primer día en Ajaccio recorrí las calles pequeñas e intrincadas del lugar que vio nacer a Napoleón Bonaparte. Comí crepes y saqué fotos. Decidí que la próxima vez que no sepa qué hacer con mi vida me mudo a Córcega, abro una tienda de souvenir y paso todos los días por la playa.


sábado, 1 de diciembre de 2012

De Manaos a Buenos Aires


Lucas estaba en Buenos Aires. Yo en Colonia.

Comparábamos precios para ir a Manaos.

Terminé comprando pasajes para ir a Buenos Aires.