miércoles, 10 de octubre de 2012


Gerainger, Noruega

Esas botas, vaquero y remera roja, esconden a mi persona.

Soy yo durmiendo una siesta en Gerainger, Noruega.

Antes de llegar a ese puerto, el barco pasa por uno de los fiordos más hermosos que he visto. A ambos lados del barco, un estrecho fino de tierra cortada como con cuchilla, perfectamente vertical. Vegetación crece a esos costados y el agua cae libre. Parece ser que la mayor atracción son las cataratas de las Siete hermanas. Trajcho, un amigo de Macedonia me dijo que, en realidad, era una pena: hilos de agua cayendo a la vez. Sin embargo, de pena no tiene nada. Es como que todo el poder de la naturaleza te pega de lleno en la cara al ver las siete cataratas.

Entonces el barco llega a Gerainger. Como el puerto es demasiado pequeño, son barcos salvavidas los que nos acercan a la costa. Lo que sucede con los tender ports es que los pasajeros tienen privilegio para bajar primero, así que no queda mucha opción para la tripulación: o sale en el primer tender, o espera unas dos o tres horas hasta que nos den permiso. Jon y Claudio no iban a esperar por mí, decidieron salir en el primer tender y yo tenía que apurarme si quería salir con ellos.

En Noruega uno se da cuenta de lo pequeño que es el hombre. La naturaleza es gigante. En este luegar hay nada artificial. Preguntamos en información turística qué hacer y la señora detrás del escritorio nos dio muchas opciones, todas incluían subir montañas.

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