sábado, 22 de noviembre de 2014

Paz: crónica de océano



Es el cuarto día de cruce en el océano. Aún quedan dos días más.

Estar en el medio de la nada me provoca una doble sensación; por un lado es este meneo constante del barco que simula una cunita infantil, por lo que ando media dormida por los corredores y no puedo evitar bostezar cuando trabajo. Es lo mejor que me puede pasar a la hora de dormir, pero el resto de las horas del día (especialmente cuando llega la noche y al Atlántico se le da por agitarse), siento que estoy en un juego de un parque de diversiones.


Por el otro lado, salir a tomar aire y ver agua a mis cuatro puntos cardinales… eso es algo que me deja sin palabras. De alguna forma me relaja. Probablemente esa relajación se deba a que sé que en dos días voy a pisar tierra, entonces me dejo disfrutar el paisaje a mi alrededor, ese constante oleaje blanco y la ola aguamarina que deja el barco al avanzar.

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