martes, 19 de noviembre de 2013

¿Qué hay al final del mundo?

NordKapp, Noruega.
He tenido el gusto de llegar al fin del mundo en dos ocasiones diferentes. La primera vez fue en Cabo Norte, en Noruega: el punto norte máximo de Europa. Llegué con dos amigos, Claudio y Laura, sin saber realmente qué esperar del fin del mundo, después de todo, sabemos desde que estamos en la escuela que el mundo es redondo (esa era la teoría de Colón, ¿verdad?).

No sé qué esperaba ver, pero no fue lo que vi. Mucho menos lo que sentí. Al llegar al límite del mundo, al borde del barranco donde se termina la tierra y comienza el océano Ártico, me sentí pequeña. Entendí, mejor que nunca, la expresión un grano de arena en el desierto, es que justamente de esa forma me sentía: insignificante.

Cabo Norte se siente como el fin del mundo. Como que ya no hay nada más después de la tierra, como si los monstruos marinos existieran y estuvieran al acecho.

Al llegar al fin del mundo por el norte, uno encuentra un marcador con los colores del arcoíris que indica latitud y longitud, una escultura del mundo, una de una madre con un pequeño hijo, y ocho medallones con creaciones que ocho niños de diferentes partes del mundo hicieron en un experimento de comunicación más allá del idioma. También hay una tienda de regalos donde uno encuentra varios trolles y la sensación completa y absoluta de que llegamos al final.

En Cabo de Roca, en cambio, mis sensaciones fueron completamente diferentes. En lugar de presenciar el fin, me vi cerca del inicio, comprendí por qué Colón estaba tan seguro de que la tierra era redonda, después de todo, es como se ve el horizonte desde esa altura del planeta: curvo.

Por supuesto que no puedo ser neutral en este asunto ya que gracias a que personas vieron esperanza y nuevas oportunidades de ese Cabo es que hoy los uruguayos somos lo que somos, en realidad, todas las personas que habitan los continentes Americanos son lo que son.

Cabo da Roca. Portugal. No es de extrañar que al final de su
 continente los europeos consideren que se termina el mundo.
Al final del mundo por el oeste, entonces, hay una placa que nos ubica justo donde estamos: al final del mundo, un faro, una cruz y un gran barranco. Todo eso, iluminado por el atardecer de otoño presentaba el más completo y romántico panorama que he visto.

En la inmensidad del océano que se presentaba frente a mí vi, a la distancia, pequeñas luces de barcos que se acercaban o alejaban de la costa y sentí esa emoción que sólo me representan los barcos, la emoción de que se acercan aventuras.





Ricardo mirando hacia el continente.


Cabo da Roca con una iluminación un tanto apocalíptica. Pero hermosa.



Con uno de mis amigos nórdicos en Cabo Norte.



El pequeño punto negro con los brazos estirados soy yo:
una pequeña nada en la inmensidad de nuestro planeta.

1 comentario:

  1. Increíble. Me encantó este post. Quiero llegar al fin del mundo.

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